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La
otra tarde pasé por ese parque. Y en la segunda banca ví a esos dos
tórtolos: él sostenía la mano izquierda de ella. Ella sonreía y él con
su cara de idiota la obsevaba.
Deseé con toda el alma haber tenido
un arma para dispararle a ese imbécil, para haber acabado esa cursi
historia antes de que comenzara.
¿Pero cómo se asesina un recuerdo?
Éramos tu y yo en esa banca. Fue nuestro primer beso.
No hay disparos.
Solo una lágrima al recordar tu sonrisa y el sabor de tus labios.
Es un bonito recuerdo.